Recuerdo aún la primera vez que le ví. Sonreía, se reía con esa risa tan tan perfecta, la que tanto le caracteriza. Sus ojos marrones, marron profundo, y me perdí en ellos irremediablemente. Sus labios, mi nuevo reto, pero al cabo del tiempo dejo de ser un juego, era algo serio. Cuando me quise dar cuenta, estaba completamente loca, loca de amor por él.
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