Supongo que nunca entenderé la verdadera razón por la cual me encanta mirar su sonrisa, sí, y esa forma en la que se le achinaban los ojos.Esa sonrisa que me contagiaba. Me hacía feliz. Me sentía viva, sentía que el mundo se paraba, que no avanzaba. Los dos parados en el tiempo, miradas que me mataban, que me hacían darme cuenta de lo mucho que lloraría después. Por él. Por nunca poderlo tener.
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